De vuelta. I parte.

Apenas he tenido tiempo para ser consciente de toda la belleza que he podido ver. El caso es que esta mañana cuando he ido al trabajo no estaba ni deprimido ni estresado, al contrario, tenia cierta sensacion de satisfacción y relax.

A estas alturas ya he viajado lo suficiente como para tener cierta perspectiva, y hay sitios con un encanto especial que trascienden mas allá de lo meramente estético o bello. Por ejemplo El Sagrado Corazón y París, o el paseo del Sena junto a Notre Dame, el barrio de Belem en Lisboa, el paseo desde La fontana de Trevi hasta la Piazza Navona pasando por el Pantheon en Roma. La hora de oración viendo atardecer desde la torre Galata en Estambul, o un paseo nocturno cruzando el puente de las cadenas de Budapest o el de Carlos en Praga. Me dejo algunos, seguro (Londres, Amsterdam, Berlin...).

Pero quiero hablar de mi viaje por el norte de Italia e ilustrarlo con alguna foto personal. En todos los pueblos y ciudades que he visitado se respiraba el encanto de lo antiguo y su pasión por la belleza y el arte. Comenzamos visitando Bergamo por la noche, su casco antiguo de calles empinadas y suelos adoquinados, entre palacetes y pequeñas plazas, todo encerrado entre los muros de la ciudad.

Al día siguiente partimos hacia Venecia pero paramos en Verona, la ciudad de Romeo y Julieta, en un día de mercadillo soleado y luminoso. De hecho exceptuando el viernes con algún pequeño chaparron, el tiempo ha sido estupendo.

Ya en Venecia, olvidando los muchos andamios que fastidiaban la torre de la Piazza San Marcos,el puente de los suspiros,Santa María della Salute o el propio Duomo, los paseos por los puentes entre los canales, el paseo de rigor en gondola o el atardecer a los pies del palazzo Ducale mirando los embarcaderos de la desembocadura del Gran Canal, El ponte Rialto... Todo mágico y romántico (con mi Laura).